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¿Tus pensamientos en venta? El rompecabezas de las neurotecnologías en la era de la IA

En tu cerebro, nadie debe poder escucharte pensar: la urgencia de los «neuroderechos».

Las tecnologías que se conectan a nuestro cerebro están llegando a pasos agigantados. Frente a los apetitos de los gigantes tecnológicos, investigadores abogan por la creación de nuevas protecciones para garantizar la inviolabilidad de nuestro jardín secreto.

11/08/2025 17:35 Jérôme

¿Y si tu próximo auricular pudiera adivinar tu estado de ánimo incluso antes de que tú mismo lo percibas? Mejor aún: ¿y si fuera capaz de influir en él de manera discreta? Esta perspectiva, que oscila entre el gadget de ciencia ficción y la pesadilla orwelliana, está en el corazón de una revolución silenciosa: la de las neurotecnologías. Impulsadas por los avances vertiginosos de la inteligencia artificial, estas nuevas tecnologías prometen milagros, especialmente en medicina. Pero también abren una caja de Pandora con implicaciones éticas desconcertantes.

Porque si una máquina puede leer nuestros pensamientos, ¿quién nos garantiza que nuestros datos cerebrales permanecerán privados? Este es el tema central de un estudio realizado por la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), que alerta sobre la necesidad de proteger lo que podríamos llamar nuestra "privacidad mental".

Mi cerebro, este nuevo El Dorado

Antes de entrar en pánico, hablemos de las promesas. Las neurotecnologías son todas esas herramientas capaces de interactuar con nuestro sistema nervioso. La más conocida es la interfaz cerebro-computadora (o BCI, por Brain-Computer Interface), ese dispositivo que permite a nuestro cerebro comunicarse directamente con una máquina. Según las investigaciones de la EPFL, las aplicaciones médicas son inmensas: restaurar la motricidad, las capacidades cognitivas o la comunicación en pacientes que las han perdido. Una perspectiva alentadora.

Pero hay otra cara de esta moneda brillante. Estas mismas tecnologías podrían permitir que empresas o actores malintencionados accedan a nuestros datos más íntimos: nuestros pensamientos, recuerdos y emociones. Aquí es donde interviene Marcello Ienca, profesor de la Universidad Técnica de Múnich (TUM) y experto en neuroética, quien dirigió el proyecto "Hybrid Minds" en la EPFL entre 2021 y 2024. Para él, la conclusión es clara: "Los datos neuronales revelan nuestros estados mentales, cognitivos y emocionales y están directamente vinculados a nuestra esencia como individuos".

En otras palabras, ya no se trata de simples datos personales como tu dirección o hábitos de compra. Se trata de lo que define "quiénes somos".

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Los "neuroderechos", un escudo para el pensamiento

Frente a este nuevo Lejano Oeste de los datos, ha surgido una idea. Ya en 2017, Marcello Ienca y sus colegas de la ETH Zurich propusieron un concepto inédito: los "neuroderechos" (neurorights). ¿La idea? Considerar la protección de nuestros pensamientos y procesos mentales como un derecho humano fundamental.

Es como si tuviéramos que actualizar el software de nuestros derechos fundamentales. Como señala el investigador, los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 obviamente no anticiparon que una máquina podría algún día decodificar una intención de voto directamente en su origen. Por lo tanto, los "neuroderechos" buscan extender las protecciones existentes o crear nuevas, adaptadas a esta realidad inminente.

Neuralink en la mira

La amenaza no está tan lejos. Las ambiciones de Elon Musk con su empresa Neuralink, que busca implantar chips cerebrales en millones de personas, incluso con fines no médicos, cristalizan estas preocupaciones. "Que una sola empresa monopolice el cerebro humano es lo más peligroso para la humanidad", advierte Marcello Ienca.

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Pero el peligro no proviene únicamente de los implantes quirúrgicos. La verdadera puerta de entrada masiva podría ser mucho más discreta. Sensores EEG (que miden la actividad eléctrica del cerebro) no invasivos ya comienzan a integrarse en objetos cotidianos, como auriculares o pulseras de fitness. Para las empresas, es una oportunidad. Como recuerda el profesor Ienca, "más datos significan IAs mejor entrenadas y algoritmos de predicción más potentes". El riesgo es doble: una vigilancia de nuestra privacidad mental y la posibilidad de manipular nuestros deseos y decisiones directamente en su origen.

¿Lo sabías?

La conciencia está en marcha. En Estados Unidos, el estado de Colorado fue el primero, en abril pasado, en adoptar una ley para proteger los datos neuronales al igual que el ADN o las huellas dactilares. California le siguió los pasos. En Europa, el debate también está sobre la mesa. El Consejo de Europa, que reúne a 46 estados miembros, debe discutir en junio de 2025 una revisión de su Convenio 108 sobre protección de datos, un texto fundacional de 1981, para integrar estos nuevos desafíos.

La carrera está en marcha. Por un lado, una innovación tecnológica desbocada. Por otro, una reflexión jurídica y ética que intenta seguir el ritmo. Para Marcello Ienca, Europa tiene una carta que jugar al proponer una "estrategia de equilibrio": no frenar la innovación, pero regularla mediante el derecho para evitar abusos y monopolios. Un liderazgo democrático para asegurar que esta tecnología siga al servicio del ser humano.

IA en el trabajo: ¿la revolución anunciada se queda en agua de borrajas?

Mientras los gigantes tecnológicos ya ven nuestros cerebros como su próxima mina de datos, se vuelve urgente definir las reglas del juego.

Después de todo, la última frontera quizás no sea el espacio, sino los pocos centímetros que hay entre nuestras dos orejas.

Jerome

Experto en desarrollo web, SEO e inteligencia artificial, mi experiencia práctica en la creación de sistemas automatizados se remonta a 2009. Hoy en día, además de redactar artículos para descifrar la actualidad y los desafíos de la IA, diseño soluciones a medida e intervengo como consultor y formador para una IA ética, eficiente y responsable.

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